[La casa fenomenológica es] una casa [...] con rincones secretos y largos corredores, constituida por una multiplicidad inaprensible de habitaciones cuya organización [sería] similar a la de un espacio laberíntico (Iñaki Ávalos).
Existe una diferencia entre lo que podemos apreciar al observar la planta de un laberinto y la sensación de estar en uno. En la primera se puede percibir una lógica, una secuencia y hasta un sentido diagramático del recorrido; en la segunda predomina la experiencia de la presencia de lo oculto y la inminente sensación de juego a la que debe abandonarse cualquiera que haya ingresado en un dédalo.
El laberinto también puede concebirse como una manera de aprehender la complejidad. La Ciudad de México, por ejemplo, se desborda diariamente hacia dentro y hacia afuera, construyéndose a sí misma sin aparente lógica, creciendo y yuxtaponiéndose sin parar. En un contexto como éste, optamos por reinterpretar la complejidad y orientarla hacia los actos de pasear, perderse y detenerse a contemplar el espacio. Pero en el caso particular de la Casa CEFR, el programa obedece al de una vivienda urbana destinada al descanso, en la cual la tranquilidad es la sensación que más se anhela, de ahí que buscáramos acentuar la privacidad y el ensimismamiento.
La casa se condensa como un laberinto alrededor del patio, mediante la intersección de cinco volúmenes que crean diferentes espacios, en los que las yuxtaposiciones dan lugar a todas las atmósferas del programa. Así, la casa crece alrededor del árbol y acumula una serie de experiencias espaciales que se ven acrecentadas por la luz que ingresa desde diferentes ángulos y que tamiza los muros de concreto blanco.
Dalila Iniesta, Andrés Guzmán, Pablo Oñate
PAAR | Carlos A. Ríos, Paola López
NANO C
Pedro Hiriart, Luis Young
850 m2